sábado, 6 de septiembre de 2014

Señorío de Olmillos

Estamos en Olmillos de Sasamón, una aldea chica a la sombra de la aldea grande de Sasamón, en una mañana de sábado que, gracias a mi pierna semiescayolada (¿ya he mencionado que soy propensa a accidentes?) solo admite un paseo en coche y cuatro pasitos mal dados.

Sasamón fue importante en su tiempo, desde los celtas del comienzo de nuestra era hasta los romanos. Nos lo dicen las estelas funerarias celtas, las columnas corintias, los restos de acueducto romano, tramo de muralla con arco anexo y la iglesia de Santa Maria la Real, que muchas ciudades desearían para si como catedral. En la actualidad, lo que más le da a conocer es su quesería, parada importante si se quiere saborear Castilla.

Dejándonos guiar por la guía de la iglesia, paramos en Olmillos al volver hacia Burgos. El Hotel Señorío de Olmillos es su único atractivo turístico. Construido en el siglo XV, a la imagen de una fortaleza pero siendo en realidad el palacio señorial de los Mendoza, fue incendiado durante la Guerra de la Independencia por los franceses (saqueadores pirómanos declarados, a la vista de la suerte corrida por otros monumentos burgaleses) y ahora luce de nuevo los blasones con la flor de Lys de esta familia. El esfuerzo de reconstrucción no ha sido por mero interés cultural, territorial o histórico, también económico, pues lo regenta una empresa hotelera que se lucrara sin duda con este bonito hotel de cuatro estrellas.

Atrás la historia, vamos al grano.

Olmillos no es un primer destino turístico, ni siquiera el cercano Sasamón, y menos aún turismo de lujo. Así que como ubicación, no es muy acertada. Quizás sea una apuesta -arriesgada- por la región.
Ubicación: 3/10 sillitas

La remodelación del castillo está muy lograda, con pendones en las paredes, escudos y demás florituras de época, creando ambiente para las veladas medievales y comidas temáticas que se ofrecen y para los turistas que visitan el castillo (por 1,20 € o una consumición en cafetería.). Es posible subir hasta los torreones desde la cafetería. Peeeero...un castillo tiene al menos un gran salón, y en éste el comedor son diez mesas pequeñas y la cafetería diez tristes sillas, en el espacio entre la recepción y el comedor, ocupando el espacio que sería el pasillo. Y con tanto servicio en tan exiguo espacio, cualquier comentario del servicio:
-¡Falta cobrar!
-Son 3,60. De tosta tenemos...-dirigiéndose al vacío.
-¡A ese no, al de negro! ¡Y las tostas a las chicas! ).
Poco pueden hacer las camareras, cuando los clientes se agolpan en la corta barra.
 Nada acogedor. Un monumento, sí, más mal adaptado al uso que se le pretende dar.
Instalaciones: 6/10 sillitas

Esperábamos lo que se nos prometió a la entrada del hotel, tapa reciente con cada consumición. Supongo que las aceitunas que nos pusieron estarían "recién" salidas de la lata.
Producto: 5/10

No creo que este preparado para grandes multitudes, ni banquetes nupciales, por mucho que lo ofrezcan entre sus servicios. Ahora, tiene más encanto que cualquier bar de la zona y desde luego, si se sube hasta las almenas, mejores vistas.



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